Desde las alturas de Guachochi, donde los bosques de coníferas dialogan con el viento de la Sierra Tarahumara, emergen estas pequeñas lagartijas talladas por manos rarámuri. Cada pieza, de apenas 9 centímetros de longitud, captura la esencia de estos reptiles que habitan entre las rocas y la vegetación serrana.
La madera de manzanilla, conocida por su durabilidad y vetas sutiles, se transforma bajo la destreza del tallado tradicional. El contraste cromático entre la madera natural clara y los pigmentos obscuros crea patrones geométricos que evocan las escamas y marcas características de estos pequeños saurios del desierto chihuahuense.
Estas lagartijas no son simples representaciones: en la cosmovisión rarámuri, estos animales simbolizan la adaptabilidad y la conexión con la tierra. Los puntos y líneas que adornan su superficie hablan de la observación minuciosa de la naturaleza, traducida en un lenguaje visual que conecta lo cotidiano con lo sagrado.
Piezas que invitan a ser contempladas y tocadas, recordándonos la capacidad de encontrar belleza en las criaturas más pequeñas del ecosistema serrano.
Desde las alturas de Guachochi, donde los bosques de coníferas dialogan con el viento de la Sierra Tarahumara, emergen estas pequeñas lagartijas talladas por manos rarámuri. Cada pieza, de apenas 9 centímetros de longitud, captura la esencia de estos reptiles que habitan entre las rocas y la vegetación serrana.
La madera de manzanilla, conocida por su durabilidad y vetas sutiles, se transforma bajo la destreza del tallado tradicional. El contraste cromático entre la madera natural clara y los pigmentos obscuros crea patrones geométricos que evocan las escamas y marcas características de estos pequeños saurios del desierto chihuahuense.
Estas lagartijas no son simples representaciones: en la cosmovisión rarámuri, estos animales simbolizan la adaptabilidad y la conexión con la tierra. Los puntos y líneas que adornan su superficie hablan de la observación minuciosa de la naturaleza, traducida en un lenguaje visual que conecta lo cotidiano con lo sagrado.
Piezas que invitan a ser contempladas y tocadas, recordándonos la capacidad de encontrar belleza en las criaturas más pequeñas del ecosistema serrano.